de los grillos en la madrugada,
del perro necio
que pasma el ruidoso orgasmo
de una gata en celo.
Le faltan los latidos
a éste monstruo mecánico
que carece de sentimientos
en el corazón.
Y mi ego que no se escucha
zumbar como debe,
como abejón desesperado
por picar, por caer en la flor
que lo tienta a destiempo.
Y el contrasonido de
miradas que no se cortan
por los únicos oidos que
sirven de testigo y que escuchan
el silencio del elevador.
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