1.09.2012

El fondo de la alcancía.

Pasa que al llegar al fondo descubres todo,
descubres un penny que nunca se ha oxidado
pero que no conserva brillo algo,
a un viajero en el tiempo que ha desperdiciado
su vida en busca de la mejor época de todas,
descubres que los unicornios se extinguieron
en la guerra de pensamientos surrealistas de Dalí.

Descubres que las payasas no caen contigo el precipicio,
que el circo las muda, se las lleva, se llevan la perfección
de una lagrima que no moja, no duele y que no se llora;
se llevan el suspiro que te prestan en su show,
se llevan los edificios, las canciones de Elton John,
se llevan aquellos personajes libaneses que ni conoces.

En el fondo descubres que  las ideas no requieren de oxígeno
y que viven respirando de historias que no necesitan de tacto,
historias que, en tu cabeza, hacen una colonia y te emboban,
te dan ese cielito cromado que brilla desde lejos:
Las ideas no mueren porque tienen el poder de venirse sin ser carne.

Y por eso le miento la mai al vacío que respiré durante la caída,
la caída estrepitosa, ese túnel de miedo y cuentos de camino;
que he tocado fondo, lo sé, y que me he descubierto,
que me he llevado a la boca un pastelito de ilusión,
que nos hemos jugado los números, tú el mío y yo el tuyo,
que ambos lo hemos perdido.

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