Suerte que lo que sabemos del destino es lo mismo que él sabe de nosotros, nada.
Que mal por el destino
y su prisa sin sentido,
por su eclipse tardío
por sus tetas que ya
parecen gotas que juegan
con el sucio del piso.
Que mal por el destino
y su cojera maldita,
con su curiosidad perpleja,
con su miopía impropia,
por su ganas de joder
el camino del otro.
Y siempre amaremos
lo que nos depara el destino
lo vamos a construir
aunque al final
nos quedemos sin dedos.
Amaremos aquel futuro
un tanto incierto
vamos a temerle a los pecados
y abrazaremos las supersticiones
como si fueran el gran héroe
que nos libra del fracaso.
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