Hablemos del romanticismo.

Disculpa por darte romance y no romanticismo, perdona mi carencia de conocimiento y de cotidianidad. Sé que para ti es difícil entender que desde pequeño me escondí detrás de un par de libros y no de una televisión; en mí no existe el romanticismo que tú conoces, no existe ese detalle que se expresa en físico, ni en veladas. Es simplemente la acción de ser, actuar y estar. Tampoco existen los pétalos de rosas en la bañera y en nuestra cama.

Pero sí te aseguro que conozco el romance y el mensaje que emite un cuerpo. Sé de a poquitos pero puedo ver todo lo que expresas en la mirada y cómo responderle con una sonrisa, una sonrisa que busca un detalle. Busca el balance perfecto entre un pensamiento y la poesía que componen tus latidos. Busca el derroche de blues que hay en tus poros, busca cubrirse con la manta que nos libra del pensamiento racional, el mismo que no permite la combustión entre dos elementos.

Y para considerarlo romance debe haber una chispa que nos encienda y una química que nos mantenga despiertos, y no tiene que ser amor. No tiene que ser un compromiso, no tiene que ser una historia feliz para que pasemos a ser un buen recuerdo. Sólo se necesitan intensidad, ganas y olvidarse del tiempo con sus limitantes.