Pues hasta la curiosidad y el espanto terminan por cansarse.
Friedrich Nietzsche
¿Pero en que me beneficiaría saciar mi curiosidad? Sí, mis dudas andan con un hambre infernal y se inventan, dentro de su imaginación hambrienta y delirante, cientos de preguntas que quizás sus poros me puedan contestar. ¿Pero a quien engaño? Esas cajas están ahí y se marchan antes de que termine el inicio del año.
Es mejor que ambos disfrutemos de nuestras soledades, los dos a solas, cada uno en su rincón, sin complicaciones. Me conviene mejor disfrutarla desde lejos, viéndola cómo esa aventura visual que no deja de sorprenderme. Me conviene seguir viendo como conversa con los demás y de como su cuerpo habla conmigo en la distancia; sin lugar a dudas es de mi conveniencia que me quedé con mis dudas.
¿Se imaginan? ¿Se imaginan que encuentre la libertad con ella? ¿Se imaginan que mis historias y mis cuentos sean felices en ella? ¿Se imaginan que sus historias sean un toque de queda para mis historias?
Mi problema con la curiosidad es el siguiente: Ella es un arma de destrucción masiva, destruye el tiempo y te deja ansias. Es de este tipo de droga que te deja bien pero quiere probar la misma pero de otra parte del cuerpo; trabaja por fracciones, llevándote paso a paso, y cada duda despejada da como resultado unas tres dudas nuevas y se repite hasta el final, hasta donde no hay que llegar.
Por eso, ya llegado a éste punto, me marcho y retiro mis ojos de tu espalda. Retiro mis preguntas, las borro de mi bloc de notas y me voy lejos. Pero me voy con una pregunta rondando mi cabeza: ¿No es suficiente con lo que tengo ahora?
Curiosidad: Que hija de puta eres.
Dylan.
0 Comentarios:
Publicar un comentario