Y si la imperfección me hubiese cubierto bajo su sabana no me hubiese quejado, no hubiese perdido el ritmo que llevan mi latidos, imperfectos, poliritmicos, me hubiese esmerado en buscar lo perfecto dentro de sus faltas y sus misterios.
Mientras vivo con la perfección y sigo encontrándome imperfecto ante ella, cada sonido del reloj es un instante en que la imperfección me llama y me cubre con sus brazos cargados de incognitas.
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