I saw no fire in your street
Only the stones you've thrown at me
Does it make you feel better?
Well, you know we're all just sinners
As Tall as Lions.
“Lo hice,
Ernesto. No me pude contener.”
Fue lo único
que le dije al llamarlo. Era la habitación 303 del hotel Las Gárgolas y
estábamos los dos solos. Ella estaba tendida en la cama, no sé si de verdad
estaba o si era ella persiguiéndome como lo hace en la mayoría de mis sueños.
Ella estaba ahí, con poca ropa y ya le quedaba poca piel.
Yo estaba
en la esquina de la habitación, viendo como ardía al lado de ella. Y eso es lo
que le pasa al cuerpo luego de matar, arde y se le eleva, se hace grande en
pensamientos y se consume en físico. Estaba viendo dos cuerpos que al parecer
estaban muertos, quizás por haber vivido demasiado, quizás murieron tan bien
porque era la primera vez que les pasaba.
Volví a
llamarlo. Le dije que la reacción era perfecta, instantánea. Nunca me había
alegrado tanto llegar a este punto y comprobar una vez más lo bonito que es
matar. “Man, esto es un abrazo a lo más
profundo del alma”. Le dije.
Y lo importante es morir en cada intento, así
sería la forma educada de lograrlo.
Dos occisos
se encuentran en el 303 y nadie se entera. Todos sabían que pasaba algo pero
todos estaban pendientes a lo que les pasaba. Todos en lo suyo, en su festín
carnal. Todos atentos al entrepiernas de su víctima. Todos vistiendo de semen
los cuerpos a los cuales le han jurado amor y cosas bonitas. Todos
puerquitos, amantes del dirty talking y las nalgadas. Casi todos muertos, viendo cómo se
desintegran sus cuerpos en una habitación donde se atreven a jurar amor pa' siempre.
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