4.17.2012

La 303.


I saw no fire in your street
Only the stones you've thrown at me
Does it make you feel better?
Well, you know we're all just sinners
As Tall as Lions.

“Lo hice, Ernesto. No me pude contener.”

Fue lo único que le dije al llamarlo. Era la habitación 303 del hotel Las Gárgolas y estábamos los dos solos. Ella estaba tendida en la cama, no sé si de verdad estaba o si era ella persiguiéndome como lo hace en la mayoría de mis sueños. Ella estaba ahí, con poca ropa y ya le quedaba poca piel.

Yo estaba en la esquina de la habitación, viendo como ardía al lado de ella. Y eso es lo que le pasa al cuerpo luego de matar, arde y se le eleva, se hace grande en pensamientos y se consume en físico. Estaba viendo dos cuerpos que al parecer estaban muertos, quizás por haber vivido demasiado, quizás murieron tan bien porque era la primera vez que les pasaba.

Volví a llamarlo. Le dije que la reacción era perfecta, instantánea. Nunca me había alegrado tanto llegar a este punto y comprobar una vez más lo bonito que es matar.  “Man, esto es un abrazo a lo más profundo del alma”. Le dije.

Y lo importante es morir en cada intento, así sería la forma educada de lograrlo.

Dos occisos se encuentran en el 303 y nadie se entera. Todos sabían que pasaba algo pero todos estaban pendientes a lo que les pasaba. Todos en lo suyo, en su festín carnal. Todos atentos al entrepiernas de su víctima. Todos vistiendo de semen los cuerpos a los cuales le han jurado amor y cosas bonitas. Todos puerquitos, amantes del dirty talking y las nalgadas.  Casi todos muertos, viendo cómo se desintegran sus cuerpos en una habitación donde se atreven a jurar amor pa' siempre.

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