5.22.2012

Ayer salí con Teresa.


Llegué a la conquista como se va al más difícil de los exámenes: Preparado. Era el día anterior a mi gran cita y tenía que saber como amar, como amar con precisión y sin fallas, a la perfección. Así, como Jack amó a la pelirojita en el titanic. Amor de Empaña cristales, estilla de la que crea fuego y no quema. Amor del que te menea por dentro, con sentimiento, con pasión, sin lágrimas.

Lo malo de leer mucho es que por llevarme de los libros llegué tarde a la primera cita con Teresa. Estaba supuesto a estar en Bridge St. a las siete de la noche y mi reloj decía las siete y quince y ni cerca. La noche de impertinente, el invierno irritante, mi ignorancia en primera plana. Leí en la página número 32 de "El manual de el punta de miel" que el 95% de las mujeres llega tarde a las citas porque se la pasan arreglándose y nunca les da el tiempo. Mi vergüenza era el centro de todo. Mi irresponsabilidad llegó antes que nadie, antes que nada.

Ya a las 7:35 PM me llama Teresa, molesta.

"Diablo, Teresita, mira, lo siento. Pero estoy aquí en un taponcito cerquita de Middlesex St. pero ya llego."

Nunca me había duchado tan rápido. Suerte que tenía la ropa en una percha, afuera del closet, desde hace unos días y sólo era ponérmela juyendo e irme. Tanto criticar la impuntualidad del dominicano para terminar siendo usuario de una de sus mejores excusas: "Ya estoy saliendo", cuando en verdad estás quitándote el seco de la espalda.

Yo conocí a Teresa en una de esos sites de citas, uno dominicano. Elestanque punto com se llama, me lo recomendó Antonio hace un mes y ya está dando resultados. Decidí entrar al internet a buscarme una noviecita porque no me sale mucho eso de presentarme en la calle a una desconocida; yo vendría siendo el ejemplo perfecto de un palomo. Inclusive, aunque me presenten a una mujer, a la cual sólo tengo que darle la mano y decirle mi nombre, me da brega ponerle conversación. Es posible que eso explique mis 3 años de soltería, o mas bien, toda mi vida en soledad.

Son las ocho y quince de la noche. Veo a Teresa y no se ve igual que en las fotos, se ve mucho mejor. Me saluda, me mira directo a los ojos, y sin yo ni siquiera intentar disculparme, me dice que no me preocupe. Que las tardanzas pasan, que la vida a veces pasa y ni cuenta nos damos. Teresa me hace sonreir.


"Todo un placer Teresa, eres todo un lenguaje. Una historia nueva que nace en mis dedos, un eclipse a mi soledad, una esperanza."

Al menos pensé en decirle eso, pero no pude. No quiero asustarla. No quería sonar como aquel desesperado que llama cinco veces luego de la primera cita. Pero ella es eso y más, todo un complejo de pensamientos. Una pausa a esta tragedia de vida.

La noche se nos quedaba pequeña y había que separarse, sin querer. Porque ya se había invertido tiempo. Se habían disipado los nervios y se habían superado los silencios. Silencios que no eran incómodos. Eran silencios de estos que se usan de excusa para cruzar miradas y leer lo que decía el brillo en sus labios. Un silencio que servía como paso para perderme en la profundidad que me prestaba el color de su piel. Color indefinido. En verdad fue una noche de colores indefinidos. De emociones indefinidas, desconocidas para mí.

2 Comentarios:

Unknown dijo...

Que lindo

Lore dijo...

Bálbarou, Fer.
:)

 

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