Hey! Mr. Tambourine Man, play a song for me
I’m not sleepy and there is no place I’m going to
Hey! Mr. Tambourine Man, play a song for me
In the jingle jangle morning I’ll come followin’ you
Bob Dylan
La
madrugada ha llegado al club
y las ganas de dormir siguen en casa,
escondidas, quizás planeando la venganza junto al sol,
quien siempre
nos despierta con mala cara.
La
madrugada ha llegado al club
y trae pornografía, pop corn,
viene en
pijamas,
nos damos cuenta que no trae ropa interior
pues sus pezones
ya se destacan
y al doblarse su falda la delata.
La
madrugada ha venido a visitar y la ansiedad se espanta.
La
madrugada ha llegado al club...
¡Y Cuidado! ¡Tiene un arma!.
Parece que ha venido decidida
a robarnos los sueños, las ilusiones y
las palabras.
La
madrugada ha dejado el club y se nota que está borracha, la vimos
caminar por Bridge Street y parece que cantaba. No me di cuenta si
era Mr. Tambourine man y si sólo cacareaba. Quizás busca en la luna el reflejo de las ilusiones que hoy nos quitaba. Quizás tan pura, quizás tan diabla.
Y
la gran duda que nos regala la madrugada es que no se sabe si es
noche o mañana. Es como estar con una mujer con primera vez: No
conoces sus mañas. No sabes si debes agarrarla por la cintura o por
el pelo, no sabes donde tiene el cosquilleo. No sabes si ama u odio
el juego por ciertos agujeros.
Eso
es la madrugada: Una dama con la cual nunca te has mezclado, un
palomeo constante con aquella mujer que se te insinua y no le marchas
por miedo a fallarle. Inconclusa la madrugada, incierta, tan dinámica
y a la vez estática. Pura física basada en números imaginarios.
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